lunes, 14 de enero de 2013

La vegetariana, novela de la coreana Han Kang


El mejor libro que leí en el 2012 fue sin duda la estupenda novela La vegetariana de la escritora coreana Han Kang, fue para mí un sorpresa y un maravilloso regalo que su libro llegara a mis manos y que además la presentara en la FIL. Ahora soy su fan y no soy fan de muchos... Comparto con ustedes uno par de fragmentos de lo que escribí cuando presenté su novela. Y por favor: LEAN a esta narradora que va a dar mucho de que hablar, su libro está  traducido por la editorial argentina Bajo la luna.


La prosa de la escritora coreana Han Kang nace de una particular filosofía de vida. Desde una elocuencia lírica tan profunda como inquietante, se confirma lo que la crítica de su país natal como la internacional han destacado de esta narradora: su capacidad para mirar y describir los recovecos más oscuros del ser humano. Una prueba de ello es la excelente novela La vegetariana, donde la historia se vuelve extrañamente familiar y nos abraza para hermanarnos, para reconocernos en las tragedias de cada uno de los actores de este drama.
Con suma maestría narrativa, Han Kang estructura una trama tan compleja y sutil para evidenciar cómo sus personajes sucumben ante el dolor o el hastío mientras explotan en múltiples pensamientos perturbadores. Son seres atormentados por sus pasiones, son apenas una brisa que toca las mejillas de quienes los miran porque no quieren molestar, mientras se van consumiendo bajo una imagen social aceptada que los hostiga arrebatándoles el deseo vital. Entonces, el caos surge tan natural como necesario para los personajes de Kang. La autora los sumerge delicadamente en las aguas del sueño o de la aparente locura, para resaltar desde ahí la verdadera personalidad: la del yo asumido o elegido que debe pasar por una trasmutación fundamental, salvaje, primitiva, y así acceder a la liberación.
         La anécdota no puede ser más que inquietante: una mujer que de un día para otro decide no comer carne nunca más hasta el grado de querer convertirse en un vegetal, un árbol. El motivo: un sueño. Un sueño oscuro nacido de un subconsciente lleno de metáforas escalofriantes, íntimas, violentas. Un sueño donde ella se mira a sí misma como una asesina, ¿de quién? ¿de qué? ¿por qué? Estas son algunas interrogantes que nos iremos haciendo a lo largo del desarrollo de está novela, donde la historia se vuelve más compleja conforme descubrimos los secretos, las vidas dobles, las pasiones reprimidas de cada uno de los personajes quienes, orillados por la decisión de Yeonghye de ser  vegetariana, ven desestabilizada su existencia arraigada en la cotidianidad y la comodidad.
Si bien se ha creído que las culturas asiáticas no comparten con nosotros los “occidentalizados” un lectura semejante del mundo, Han Kang nos demuestra lo contrario, su obra es tan global, que aun en la recreación de un personalísimo  contexto coreano establece un diálogo intenso con nosotros y nos exhorta a mirarnos en las mismas pasiones. Explora la raíz de la desolación, de las reglas autoimpuestas, de los miedos más profundos, de la dispersión familiar, del maltrato genérico, del terror de asumir las perversiones aun las nacidas del arte o de las fantasías reconciliadoras; la parálisis impuesta por los sistemas enajenantes de la culturas en sus modos, en sus costumbres bajo la impertinente y certera  metáfora de una transmutación vegetal para desconectarse del pasado, de la violencia propia y ajena que genera la asfixia de no poder ser nosotros mismos orillándonos a la desolación mental. Porque, en la novela La vegetariana, la locura no es una certeza, es una ambigüedad.
Quizá después de leer esta extraña historia de la escritora Han Kang terminen sospechando, acaso sumando al estrecho concepto de las clasificaciones y sus cosas, otra manera de evidenciar el diálogo con nuestra naturaleza, llámenla humana, vegetal, animal.  Esta obra nos confronta con el mutismo más violento y radical del comportamiento social, de la responsabilidad familiar, del canon del arte, del deber fraternal o matrimonial, de la consigna de inferioridad o superioridad genérica, de los roles maternales, de la estandarización del ser, de la tristeza del pasado. Somos convidados de piedra que desde los tópicos pactados no podemos ver cuan plena es la vida en su diferentes modos de vivirla, asumirla o desafiarla. En La vegetariana no he visto sólo el mundo coreano en sus incongruencias o disyuntivas, sino a mi mundo también, y seguro se sumaran muchos otros de diferentes latitudes, porque al final  de cada uno de estos personajes la liberación está tan próxima como la esperanza. Y todos de alguna u otra manera apostamos por eso... por más inquietante que pueda parecer cualquier transformación.