La prosa de la
escritora coreana Han Kang nace de una particular filosofía de vida. Desde una elocuencia lírica tan profunda
como inquietante, se confirma lo que la crítica
de su país natal como la internacional han
destacado de esta narradora: su capacidad para mirar y describir los recovecos
más oscuros del ser humano. Una prueba de ello es la
excelente novela La vegetariana, donde
la historia se vuelve extrañamente familiar y nos abraza para hermanarnos, para
reconocernos en las tragedias de cada uno de los
actores de este drama.
Con suma maestría narrativa, Han Kang estructura una trama tan compleja y
sutil para evidenciar cómo sus personajes sucumben ante el dolor o el hastío
mientras explotan en múltiples pensamientos perturbadores. Son seres
atormentados por sus pasiones, son apenas una brisa que toca las mejillas de
quienes los miran porque no quieren molestar, mientras se van consumiendo bajo
una imagen social aceptada que los hostiga arrebatándoles el deseo vital.
Entonces, el caos surge tan natural como necesario para los personajes de Kang.
La autora los sumerge delicadamente en las aguas del sueño o de la aparente
locura, para resaltar desde ahí la verdadera personalidad: la del yo asumido o
elegido que debe pasar por una trasmutación fundamental, salvaje, primitiva, y
así acceder a la liberación.
La anécdota no puede ser más que inquietante:
una mujer que de un día para otro decide no comer carne nunca más hasta el grado de querer convertirse en un vegetal, un árbol. El motivo:
un sueño. Un sueño oscuro nacido de un subconsciente lleno de metáforas escalofriantes,
íntimas, violentas. Un sueño donde ella se mira a sí misma
como una asesina, ¿de quién? ¿de qué? ¿por qué? Estas son
algunas interrogantes que nos iremos haciendo a lo largo del desarrollo de está
novela, donde la historia se vuelve más compleja conforme descubrimos los
secretos, las vidas dobles, las pasiones reprimidas de cada uno de los
personajes quienes, orillados por la decisión de Yeonghye de ser vegetariana, ven desestabilizada su
existencia arraigada en la cotidianidad y la comodidad.
Si bien se ha creído que las culturas asiáticas no comparten con nosotros
los “occidentalizados” un lectura semejante del mundo, Han Kang nos demuestra
lo contrario, su obra es tan global, que aun en la recreación de un personalísimo
contexto coreano establece un diálogo
intenso con nosotros y nos exhorta a mirarnos en las mismas pasiones. Explora
la raíz de la desolación, de las reglas autoimpuestas, de los miedos más profundos,
de la dispersión familiar, del maltrato genérico, del terror de asumir las perversiones
aun las nacidas del arte o de las fantasías reconciliadoras; la parálisis
impuesta por los sistemas enajenantes de la culturas en sus modos, en sus
costumbres bajo la impertinente y certera
metáfora de una transmutación vegetal para desconectarse del pasado, de
la violencia propia y ajena que genera la asfixia de no poder ser nosotros
mismos orillándonos a la desolación mental. Porque, en la novela La vegetariana, la locura no es una
certeza, es una ambigüedad.
Quizá después de leer esta extraña historia de la escritora Han Kang
terminen sospechando, acaso sumando al estrecho concepto de las clasificaciones
y sus cosas, otra manera de evidenciar el diálogo con nuestra naturaleza, llámenla
humana, vegetal, animal. Esta obra nos confronta con el mutismo más violento y radical
del comportamiento social, de la responsabilidad familiar, del canon del arte,
del deber fraternal o matrimonial, de la consigna de inferioridad o
superioridad genérica, de los roles maternales, de la estandarización del ser,
de la tristeza del pasado. Somos convidados de piedra que desde los tópicos
pactados no podemos ver cuan plena es la vida en su diferentes modos de
vivirla, asumirla o desafiarla. En La
vegetariana no he visto sólo el mundo coreano en sus incongruencias o
disyuntivas, sino a mi mundo también, y seguro se sumaran muchos otros de
diferentes latitudes, porque al final de cada uno de estos personajes la liberación está tan
próxima como la esperanza. Y todos de alguna u otra manera apostamos por eso...
por más inquietante que pueda parecer cualquier
transformación.