jueves, 20 de mayo de 2010

Seúl y un pato!!!!!!!!!!!



Si algo me maravilló en Corea del Sur, además de sus palacios, lo moderno de sus edificios, la gente, el paisaje y todo lo que ya les contaré en otras entradas (porque estuve ahí muchos días para disfrutar de la cordialidad coreana), fue su comida. Simplemente hay que ir, explicar sería algo en lo que me quedaría corta. Es un banquete, una celebración cargada de 5 o 6 tiempos (con múltiples platillos todos ellos) y son abundantes, abundantes, abundantes... Y cuando creías que no venía nada más, hay más... Raíces, hierbas, tubérculos, pescados, ensaladas y el indispensable Kimchi... Una variedad infinita de aromas, sabores y colores. Yo dije y lo confirmo que la comida Coreana se come con los 5 sentidos. Llega a la mesa y verla ya es un deleite; luego el olfato entra en acción y te alegra el cuerpo, en seguida el paladar, degusta cantidad de sabores y condimentos perfectamente combinados; las manos no se quedan quietas y también participan: deseas tocar aquello que ya estás devorando y lo tocas, para finalmente no dejar de escuchar el mmmmmmmm!!! que todos exclamamos. Fabulosa. Gocé enormemente de esa cocina y hasta me comí un pato!!!! Sí, un pato azufrado completo(quizá ahí radica su encanto porque secretamente soy presa de la gula) cuando creí que aquello era imposible, fue cosa de probar y ... no parar. Sí, durante mi estancia en Seúl comí y comí con ese deleite que hacia tiempo tenía olvidado. Por eso brindo con Makgeolli (una especie de pulque de arroz fermentado, riquísimo) y celebro una cultura sensible y generosa que agasaja a sus invitados con un abrazo de comida... que además como ellos afirman es muy sana.

viernes, 7 de mayo de 2010

Tres días en Tokio




















Una de las ciudades más fascinantes que he conocido. Y sólo eché un vistazo, mi parada final era Corea del Sur: Seúl. Pero de esa ciudad, también impresionante, hablaré en otra entrada. Ahora me quiero concentrar en Tokio ( recuerdo la canción de Alaska y los pegamoides con el mismo título, si la menciono es porque evoca ese alucine). Ahora todo me parece como una impresión de postal, de muchas postales increíblemente frenéticas y al mismo tiempo cargadas de silencio. Hay multitudes cruzando calles, entrando o saliendo de lugares y no te rozan, no te tocan, se desplazan con una agilidad sorprendente, la saturación no parece ser en realidad tal... Me sentí dentro de una película de... Jim Jarmusch, quizá. Son excéntricos, orgullosos, ceremoniosos, fríos y terriblemente cálidos a su vez: son japoneses. Y ya sea vestidos como sus famosos comic, de colegialas, de empresarios o de ricas damas, de vagabundos o de falsas imitaciones gringas les queda todo bien. Luego, por supuesto está el escenario, esa ciudad fabulosa que de noche deja el gris cemento y se convierte en un desfile de luces y sonidos que no saturan que no molestan.
¿Qué compre? Muchas imágenes. ¿Qué bebí? Mucho sake. ¿Qué comí? Pescado crudo todo el tiempo entre otras cosas cuyos nombres no recuerdo, todo aderezado de mar. ¿Qué me traje? A Atom ( Astroboy) de colección (Yo crecí viéndolo volar entre esos edificios que ahora son para él mismo un recuerdo....), eso y las ganas de volver, ahora sí en plan glotón a devorarla toda, de la mano de mis amigos Kana y Yasutoshi sin ellos este Tokio que ahora te cuento sería una postal de turista y nada más...

p.d. Las fotos son cortesía de Olivia González Terrazas.